Comentario
La interpretación más convencional y clásica del feudalismo basa su explicación en: las relaciones entre señores y vasallos en la sociedad rural poco evolucionada; la descentralización de las jurisdicciones, como consecuencia del debilitamiento del poder civil; la aparición de los feudos, que absorben alodios de campesinos libres, y el predicamento ideológico de una "sociedad trifuncional". La de los "milites" que guerrean y defienden al cuerpo social, los "bellatores"; los "oratores" o clérigos, que atienden las necesidades espirituales de la sociedad cuya salvación tiene encomendada; y los "laboratores", o trabajadores de la tierra, que producen para alimentar y sostener materialmente a los otros dos grupos ociosos económicamente. Pero el feudalismo es, además, o por encima de los aspectos jurídico-institucionales e ideológico-funcionales, un "modo de producción" en una sociedad que, con un bajo nivel tecnológico, sólo se permite unidades reducidas de producción agraria en las que la fuerza de trabajo tiene como base la familia campesina. Familia que, si es acomodada, puede poseer pequeñas propiedades trabajadas en común o con ayuda de terceros, y si no es el caso termina entregando sus bienes a un señor a cambio de protección y cobertura fiscal, pasando a depender personal y jurídicamente del mismo.
Pero si en el campo la unidad de producción se base en la fuerza de trabajo familiar, en las ciudades es la familia menestral y el taller artesano lo que conforma dicha unidad de producción, basada en la fuerza de trabajo familiar con sus aprendices y oficiales correspondientes; por lo que al hablar de feudalismo no hay por que excluir, por sistema, al ámbito urbano del multiforme espacio europeo de los siglos XI al XIII.
En la sociedad feudal, las relaciones de producción son las fundamentadas entre los grandes propietarios rurales y la masa de campesinos en diferentes grados de dependencia. Se trata de relaciones de producción en las cuales el excedente de la renta campesina se extrae a través de exacciones, multas, derechos jurisdiccionales y prestaciones de trabajo personal que constituyen la renta feudal de la clase dominante. Clase dominante que conforma la superestructura política, ya sean señores, dignidades eclesiásticas (señoríos laicos o clericales) o incluso las llamadas monarquías feudales, manifestando su poder a través de las jurisdicciones
Contrariamente a la clasificación de los tres órdenes, que tiene un soporte más ideológico que práctico, entre los grandes señores se encuentran los de condición laica y también los obispos, abades y establecimientos religiosos, que se integran en el estamento de los poderosos señores feudales, pues tienen igualmente dominios con el mismo sistema de explotación. Interrelación que se extiende también al poder monárquico y su vinculación con los nobles, como ha destacado Ch. Petit-Dutaillis en su clásico y fundamental libro sobre "La monarquía feudal en Francia e Inglaterra". De ahí que, como señala R. Hilton, en dicha sociedad feudal había latente un conflicto de clases que iba a aflorar a través de enfrentamientos, revueltas y levantamientos campesinos.
Pero en el caso de las ciudades la pregunta es si existe contradicción entre el hecho urbano y la feudalidad, y si las clases urbanas no encajaban en el seno de la sociedad feudal. Porque, por un lado, los artesanos iban a desarrollar unos esquemas sociales contrapuestos a los feudales y, por otro, parece que fueron tanto los pobres y marginados como la burguesía mercantil quienes amenazaron continuamente el sistema.
Acaso la solución sea considerar que el feudalismo es un fenómeno múltiple, poliforme y heterogéneo -pudiéndose hablar de variantes regionales y hasta de cultura y civilización, excediendo la cronología medieval y la geografía europea-, pero con unos signos de identidad homologables en toda circunstancia y condición, centrados en el secuestro de las libertades y de la autoridad civil, el dominio del excedente de la renta campesina y la acaparación de poder territorial y jurisdiccional en detrimento de la autoridad pública.
Sin embargo, si antes del siglo X encontramos elementos prefeudales, protofeudales e, incluso, para algunos autores, ya plenamente feudales, nadie duda de que los siglos de la plena Edad Media fueron en Europa los de la madurez de la sociedad feudal. O más bien de las sociedades feudales, por el polimorfismo antes apuntado, sociedades que exigieron de los campesinos una parte cada vez mayor del excedente, después de haber satisfecho los productores su inmediata necesidad, con idea de asegurarse los señores una renta añadida a la propia y comerciar con ella en los mercados locales, algunos controlados por los mismos señores, a cambio de la obtención de elementos propios de su estirpe y condición: armas, tejidos, joyas o suelo urbano. Y si en principio los derechos campesinos fueron entregados en especie, poco a poco se transformaron en renta en moneda que iba a sufrir con mayor desajuste los efectos de las variaciones de los precios y la devaluación a partir del siglo XIII.
En lo que respecta a la ciudad, la definición de M. Postan como una isla en medio de un mar feudal, siguiendo en esta apreciación a Pirenne, debe matizarse, pues hubo elementos importantes del feudalismo en las ciudades de esta época. Los historiadores del fenómeno urbano han tendido a concentrar su atención en aspectos concretos -materiales y sociales- de las ciudades, sin atender al reflejo que las estructuras de la sociedad feudal tuvieron en ellas, ya fuera desde el punto de vista socio-económico o ideológico.
Muchas ciudades de mercado y muchos burgos ofrecen en alguna etapa de su evolución comercial componentes propios de la sociedad feudal. Así, pequeñas concentraciones mercantiles se asemejan a los feudos sin dejar de ser urbanas, pues una parte de la población se dedica permanentemente al intercambio de bienes y servicios, siendo modestos comerciantes los que atienden a los campesinos que acuden al mercado para obtener dinero efectivo de sus productos, y menestrales o artesanos quienes surten dicho mercado elaborando objetos que adquieren los campesinos.
Durante los siglos del crecimiento y la expansión muchos campesinos adquirieron mercancías ofrecidas por los artesanos y productores urbanos y, antes de que en el siglo XIV las dificultades lo impidieran, compraron y vendieron después de satisfacer rentas e impuestos al poder señorial y fiscal. Desde luego, la estructura social de estas pequeñas urbes distaba mucho de la que presentaban ciudades de mayor envergadura, pues disponían de artesanos de poca monta y albergaban en su recinto a campesinos humildes que vivían en ellas con el trabajo de la tierra. En estas ciudades reducidas, ni el capital comercial era significativo ni existían monopolios en manos de mercaderes poderosos ni los artesanos representaban un grupo social dominante en el poder administrador de las mismas. De hecho ni los menestrales ni los comerciantes podían ser nombrados magistrados porque el regimiento comunal lo ostentaban los señores laicos o eclesiásticos, o el príncipe en su caso.
Pero el fenómeno global del feudalismo es suficientemente complejo y requiere un tratamiento que aborde la totalidad de la cuestión a través de los diversos elementos que lo componen, las diferentes situaciones que lo animan y las formas que lo acompañan en su manifestación de poder y notoriedad.